La burguesía se fortalece como una nueva y poderosa clase social, independiente de la iglesia y de la corte. Los nuevos y acaudalados señores, empeñados en establecerse en el espacio social que han conquistado, emplean sus fortunas tanto en ser,como en lucir ricos y se rodean de pinturas, esculturas y todas las expresiones artísticas del momento que expresan el lujo y la exquisitez de sus dueños.
La demanda crece, paga bien y es un desafío a la capacidad de innovación y de creatividad de los artistas para captar la realidad y expresarla bella y fielmente.
De manera que compitieron. Pintores, escultores, arquitectos, diseñadores de jardines, telas, gobelinos, muebles y cuanto objeto artístico y decorativo era posible imaginar, trabajaron con sus ayudantes, bajo el mismo techo, en los famosos Talleres de la época. Y en esa competencia, talentos como los de Brunelechi, Piero de la Francesca, Miguel Angel, Leonardo Davinci y Rafael entre otros, propusieron teorías científicas e inventaron artefactos para ayudarse a plasmar en los lienzos y en los muros, las tres dimensiones de la realidad tal y como las percibía el ojo humano.
La proliferación de dichos artefactos fue sorprendente. Sobreviven hoy, las retículas a las que llamamos Cuadriculas y las Mandorlas a las que llamamos Pasos en las procesiones.